Padre Fundador | Pablo de Anda
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Pablo de Anda Padilla Nuestro Padre Fundador
Pablo de Anda Padilla: Padre Fundador del Colegio Luz del Tepeyac
El Padre Pablo de Anda Padilla, conocido como un incansable apóstol de la caridad, es también el espíritu fundador que inspira la misión del Colegio Luz del Tepeyac. Nacido en San Juan de los Lagos en 1830, dedicó su vida a servir a los más necesitados, creando espacios de educación, atención y espiritualidad. Su visión de formar corazones íntegros y almas caritativas es la base sobre la que el colegio forja valores cristianos y humanistas, promoviendo un legado de amor y servicio a la comunidad.
Pablo de Anda Padilla: Un Faro de Fe y Servicio
El Padre Pablo de Anda Padilla, nacido el 8 de julio de 1830 en San Juan de los Lagos, Jalisco, marcó la historia de la Iglesia Católica en México con su vida dedicada al amor y al servicio. Creció en una familia profundamente religiosa, lo que sentó las bases para su vocación sacerdotal. Desde joven, Pablo sintió el llamado divino y, con el apoyo de sus padres, inició su formación en León, Guanajuato.
Su Ordenación: El Comienzo de una Misión Transformadora
A pesar de las dificultades administrativas de la época, Pablo logró ser ordenado sacerdote el 24 de agosto de 1856. Este momento marcó el inicio de su misión: llevar consuelo y esperanza a los marginados. Comenzó su ministerio en la Diócesis de San Luis Potosí, donde durante once años sirvió incansablemente a comunidades pobres, enfermos y necesitados.
Un Sacerdote Visionario
El Padre Pablo no se limitó a cumplir con sus deberes litúrgicos; fue un verdadero innovador social. Su caridad no conocía límites: fundó hospitales, casas de misericordia y talleres para enseñar artes y oficios a quienes no tenían oportunidades. Cada proyecto reflejaba su compromiso con el Evangelio y su amor por los más vulnerables.
Además, entendía que el servicio debía ser integral. Por ello, construyó un santuario dedicado a la Virgen de Guadalupe y promovió los ejercicios espirituales, guiando a muchas almas hacia una relación más profunda con Dios.
Fundación de las Hijas Mínimas de María Inmaculada
Uno de los legados más importantes de Pablo de Anda fue la fundación de la Congregación de Hijas Mínimas de María Inmaculada el 25 de marzo de 1886. Inspirado por el Espíritu Santo, reunió a mujeres valientes y devotas que compartían su visión de caridad. Estas religiosas asumieron la misión de vivir con un carisma centrado en configurarse con Cristo Misericordioso y en servir a los pobres y necesitados, siguiendo el ejemplo de María.
El nombre de la congregación no es casualidad: “mínimas” refleja la humildad y el servicio discreto pero poderoso que caracteriza su obra. Hasta hoy, las Hijas Mínimas continúan expandiendo su legado en diferentes comunidades.
El Carisma de Amor y Servicio
Pablo de Anda resumió su misión con estas palabras: “Dios es caridad, el que vive en la caridad vive en Dios y Dios en él”. Este principio guió cada paso de su vida. Creía que el amor auténtico se traduce en acciones concretas, como alimentar al hambriento, sanar al enfermo y enseñar al ignorante.
Su enfoque no solo transformó vidas individuales, sino que también fortaleció comunidades enteras. Su espíritu de servicio inspiró a generaciones y sigue siendo un modelo de fe activa.
Últimos Años y Santa Muerte
Los últimos años de su vida estuvieron marcados por la enfermedad, pero incluso en medio del sufrimiento, no dejó de trabajar en las obras que había fundado. El 28 de junio de 1904, sintiendo que su misión en la tierra llegaba a su fin, dio un último mensaje a las religiosas que lo acompañaban: “Sed santas, sed santas”. Al día siguiente, partió hacia la Casa del Padre, dejando un legado imborrable.
Un Legado Vivo
El Colegio Luz del Tepeyac, inspirado en la vida y obra del Padre Pablo de Anda, se esfuerza por transmitir su espíritu de caridad y compromiso con los valores cristianos. Su vida nos recuerda que la verdadera grandeza se encuentra en el servicio humilde y amoroso.
Pablo de Anda no fue solo un sacerdote; fue un constructor de esperanza, un faro de luz en tiempos de oscuridad. Su ejemplo nos invita a vivir con propósito, sirviendo a los demás con fe y amor. Que su legado nos inspire a construir un mundo más justo, lleno de la caridad que él vivió hasta su último aliento.